Insomnio

Hoy, por primera vez en mi vida, fui víctima del insomnio. Y la razón es lo que me ha motivado a compartirlo, no es tanto que esté asustado al respecto. Eran como las 4 de la mañana, yo estaría en mi quinto sueño, pero de pronto me noto pensando en lo que ha sido mi actividad lúdica de los últimos días: el Photoshop. Para el lector mortal esto puede ser una cosa simple y sin chiste (por un lado), pero el lector normal no sabe el progresivo trauma hacia mi total falta de talento para las artes visuales, como el dibujo. Que sea el dibujo el que me quite el sueño… Si eso no habla de su poder, ¡no sé qué lo haría!

El programa de edición de imágenes de Adobe, mejor conocido como Photoshop, ha creado innumerables comentarios, mitos y leyendas (y obras de arte) en la vida electrónica de millones de personas. No es precisamente una herramienta de creación, entonces, porque en teoría está diseñado para modificar, no para crear. Han sido estos primeros acercamientos que he tenido con la edición de imágenes lo que motivó mi insomnio, y ya que no podía dormir, me dediqué un rato a pensar en la cuestión de la diferencia entre el dibujo y la escritura.

Yo no soy escritor aunque escribo, y ha bastante tiempo desde que tomé un lápiz sin la intención de formar palabras, sino dibujos. Me pasó un poco como en El Principito, mi trauma por no saber dibujar fue un poco motivado por mi falta de talento al iniciar.

Saber dibujar es un talento impresionante, es la manipulación de la forma, ¡la manipulación directa y voluntaria del espacio! Si necesito en este momento un vaso con agua, pues tengo sed, me lo fabrico. Si necesito un cordero, me lo fabrico también. ¡Qué gran don el de saber dibujar! Pero, naturalmente, no todos tenemos este regalo.

Saber escribir es la otra cara de la moneda, porque el que lo hace no puede nunca abandonar la función de la forma (Acaso surrealmente, pero eso es un mal intento, a mi modo de ver las cosas). Dice Borges: “No sé hasta qué punto un escritor puede ser revolucionario, por lo pronto está trabajando con el lenguaje, que es una tradición”. Así, poco puede hacer un escritor para manejar los espacios, las convenciones semánticas son más fuertes que él. Pero en cambio hay algo que sí puede hacer.

Saber escribir también supone una ventaja, porque se trata de la manipulación directa del tiempo. Puedo viajar en el tiempo a través de conjugaciones verbales: pude, puedo y podré jugar en un texto (y otras 13 posibilidades). Si necesito recordar, allí está la magia del pretérito, si quiero especular, se me ha concedido la gracia del futuro. La imagen es inútil contra el tiempo, porque no lo posee. El verbo, en cambio, es la representación directa de nuestra percepción temporal.

(La música también es temporal)

Lo ideal sería ser talentoso en ambos aspectos, pero pocos ejemplos nos ha dado el mundo.

Si sigo sin poder dormir avisaré luego. Esto de la manipulación del espacio me está volviendo loco, en verdad loco.

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  • Los problemas de una nube... ¿Qué?

    Se preguntarán (sí, seguro) por qué "Los problemas de una nube". Verán, un día salía de mi casa y había lluvia afuera. Recorrí muchos kilómetros hasta la escuela, donde también llovía. En todo el camino no paró de llover. Me dije: "¡Qué tan grande tiene que ser una nube para que abarque de mi casa hasta mi escuela!" Y, como siempre, viene el soliloquio interior: "Soy tan pequeño. Mira esta nube grandísima que no puede mirarme por pequeño. Mis problemas son tan pequeños. ¿Cómo serán los problemas de esta nube?"

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