[Crónica] Elecciones en Valle de Chalco
El día 2 de noviembre de 2009 fue un día tenso en la regularmente apacible vida del municipio Valle de Chalco, más concretamente dentro de la colonia Darío Martínez: las elecciones de delegado local se llevaron a cabo. Los eventos electorales no suelen traer toda la tensión por sí solos, los ánimos exaltados o la indiferencia popular pueden intensificarse o reducirse de acuerdo con varios factores. Lo que hizo que esta ocasión levantara sin precedentes la atención de la gente fue la postulación como candidata a delegada por la planilla roja de Eugenia Pérez Hernández, alias, “La Chivera”.

Ésta, mujer tempestuosa, es acreedora de bastante popularidad en la colonia y sus alrededores, al grado que incluso yo (un estudiante universitario comúnmente desinteresado de los asuntos políticos de índole local, quizá por la actitud irónicamente más frecuente entre los jóvenes, todos quieren arreglar el país y luego su casa) sé bien qué significa el eco de su nombre entre los vecinos y conocidos de este lugar.

No sólo maneja el sistema de recolección de basura, sino que controla otros círculos comunitarios, como la dirección de la lechería Liconsa y el grupo antorchista local de apoyo a gente con mínimos recursos, entre otras labores. Estos aspectos aparentemente no la dotan de un poder cierto, lo que debo mencionar es cómo la señora Chivera se ha desenvuelto en cada situación.

La dirección de una lechería Liconsa no es negocio por donde se le vea, es más bien un deber social. La rigidez ridícula con que es manejada actualmente hace que el fenómeno sea observable: es difícil convencer a Eugenia Pérez Hernández de que la leche le pertenece al pueblo. Desde que ella administra, los requisitos para que una persona normal adquiera lo que es suyo por derecho legal son implacables. Hasta el servicio, que debe ocurrir de seis a siete de la mañana, misteriosamente termina diez minutos antes, además de que la señora es quien decide (por su único y todopoderoso juicio) quién cumple con los mandamientos necesarios para llevar al hogar su dotación láctea. ¿La probable razón? La leche sobrante (si es que no se niega su existencia) se queda en la administración. Cabe mencionar que el día de las elecciones y algunos anteriores, un auto con publicidad auditiva de la candidata parecía tener un permiso exclusivo para estar allí, como otros carteles circundantes con una sola leyenda con un solo nombre.

El grupo antorchista es quizá el grupo de ocupación de tierras más grande que existe en México. Llegan, se implantan y ya no se van. Está bien, la tierra es de quien la trabaja. El caso local está relacionado directamente con la Chivera, quien controla también el servicio particular de recolección de basura. Lo curioso de la situación no sólo es que los antorchistas se hayan adueñado de la tercera parte del parque recreativo comunitario conocido como “Campo 10”, sino que los dueños (muy probablemente, pues el juicio es vigente desde hace varios años) de los lotes son familiares y trabajadores directos de la señora Eugenia Pérez Hernández. Los terrenos también son utilizados como estacionamiento de los carros de recolección de su propiedad. ¿La tierra es de quien la trabaja? Hasta los señores feudales procuraban cuartos a sus esclavos, pero esta señora ni en esto invirtió.

La recolección de basura, eso sí es un negocio, aunque puede verse mermado por el servicio gubernamental, que no suele cobrar. Lo común en la zona es ignorar los carros de la Chivera y esperar el carro del gobierno. A veces, cuando éste se ausenta y la basura casera es demasiada, irremediablemente se hace uso del servicio particular, a costa del severo daño al presupuesto diario familiar. Hace dos elecciones, la candidata ganadora fue ni más ni menos que María Elena Saldívar Pérez, única hija licenciada de la Chivera. Resultado: suspensión por medio año del servicio gubernamental de recolección de basura. Como no se puede ser tan cínico (y porque recibió innumerables quejas), el servicio se reanudó, aunque irregular y esporádico durante el resto del lapso de gobernación de la señorita. Afortunadamente, todo esto se regularizó después y ya contamos con un servicio decente (para aquéllos que no conozcan Valle de Chalco, imaginen “decente” como austero y deficiente, pero que no produce quejas de los habitantes de la zona).

Como imaginará el lector, el índice de electores en la población vallechalquense de la Darío Martínez aumentó considerablemente con un solo propósito: Eugenia Pérez Hernández alias “La Chivera” no debía ganar. No sólo por las razones antes expuestas, sino por algunas hasta personales, como el hecho de que muchas señoras no dejarían gobernar a alguien que no estudió la secundaria (como ellas), o alguien que ha cometido tales desplantes de autoridad, sin poseerla. Debe entenderse que, en esta circunstancia, convencer al pueblo de que anular su voto es lo más responsable es inútil, porque inevitablemente habrá un ganador. Aunque la mayoría anule, las familias del parque, los recolectores de basura y los trabajadores de la lechería, por mencionar algunos favorecidos, inevitablemente votarán por la Chivera. Anular no es la opción, en este caso. ¿Por quién votar, entonces?

La situación en mi hogar ha sido austera desde que recuerdo: somos pobres entre los pobres. Mi madre es maquilera, no es necesario aunque es pertinente aclarar que gana una miseria. Convencer al campesino o al obrero de que no debe trabajar para el cacique sino pelear por una vida digna es tan difícil como darle de comer mientras la organización de un movimiento libertario se pone de acuerdo. Por lo tanto, siempre he instado a mi madre a anular su voto, y a recibir las despensas y beneficios promesa del candidato en turno. Este año, cuando me enteré de la postulación de la Chivera por la planilla roja, preferí informarme mejor acerca de los otros dos candidatos. Poco pudo decirme mi madre, sólo que la clásica señora bien informada de la cuadra le dijo que había que votar por la planilla blanca (antes de entregarle dos cupones canjeables después de votar). Al parecer se trataba de un licenciado hijo de la señora que renta películas atrás del mercado, que se había ido a estudiar en el extranjero (hecho en extremo notable). De la planilla verde no se sabía nada.

El mero día de las elecciones salimos temprano porque mi madre tenía que trabajar más tarde, los domingos limpia casas. Ni bien acabamos de salir de nuestro domicilio, una vecina cercana nos encaró y nos informó acerca del tema general: las elecciones. No había que votar por la planilla blanca porque el supuesto licenciado no se había ausentado por motivos académicos, sino que todo ese tiempo había estado en el reclusorio oriente por “ratero y tracalero”, como lo denominó la vecina. Vaya encrucijada, pero nos quedaba la planilla verde. “¿Ése? Es un marihuano y un borracho”. Decidimos no inquirir a la vecina sobre su preferencia electoral para no confundirnos más acerca de nuestra propia elección.

Durante el camino, con testimonios similares de los demás vecinos y amigas de mi madre, comprendimos que votar por un candidato “más o menos bueno” no era posible. Al llegar al lugar encontramos una fila de unos 100 metros, el dato relevante es que a unos cinco metros de la casilla estaba plantada la Chivera, observando a las personas que votaban. Consideré inútil el gesto de la señora (se sabe que es vengativa), pues hasta cierto punto y hasta nuestro nivel de información, el IFE garantiza que tu voto sea secreto. Después observé mejor, la Chivera no observaba a las personas que votaban, sino a las que se iban a cambiar un cupón blanco por algún utensilio de plástico en el centro de canje curiosamente instalado a una calle del lugar de elecciones. La mirada de la señora y su conocido carácter son motivos suficientes para que el ambiente estuviera lleno de tensión, pero sobre todo de miedo. Hasta ese día yo sabía que un candidato no puede estar presente en el lugar donde están las casillas; allí comprendí que la Chivera tenía permisos “de más” antes de poder otorgarlos.

Mi madre me sacó de mis pensamientos cuando me inquirió: “Entonces ¿por quién votar? ¿Por la Chivera, por el tracalero o por el borracho?”, pregunta que nunca olvidaré por lo que conlleva. Pensé, naturalmente, que por ninguno. Vi a la gente de la fila, reunida en grupos más o menos grandes, de los cuales muchos se veían a simple vista simpatizantes de la Chivera (las playeras ayudan a ver quién es quién). Luego la vi a ella. Mis consideraciones acerca de quién era el menos peor me dijeron que, en política, un borracho es ligeramente más confiable que un ladrón probado y una dictadora augurada. Todo un problema moral y filosófico, aunque decidí no ahondar más en él. “Vota, pues, por el borracho” le dije.

Nota del siguiente día, cuando supe los resultados: Ganó el tracalero. Dios nos ampare.
Etiquetas: edit post
0 Responses

Publicar un comentario

Dime qué opinas o.o

  • Espejo esférico

    Espejo esférico

    Seguidores

  • Los problemas de una nube... ¿Qué?

    Se preguntarán (sí, seguro) por qué "Los problemas de una nube". Verán, un día salía de mi casa y había lluvia afuera. Recorrí muchos kilómetros hasta la escuela, donde también llovía. En todo el camino no paró de llover. Me dije: "¡Qué tan grande tiene que ser una nube para que abarque de mi casa hasta mi escuela!" Y, como siempre, viene el soliloquio interior: "Soy tan pequeño. Mira esta nube grandísima que no puede mirarme por pequeño. Mis problemas son tan pequeños. ¿Cómo serán los problemas de esta nube?"

    Etiquetas

    avisos (2) Crónica (1) cuento (7) he trabajado (2) insomnio (1) poema (4)

    Datos personales

    Mi foto
    Me llamo Braulio. Concibo el tiempo cíclicamente, por lo tanto, no sé qué poner aquí. Advertencia: No es la intención de este blog decir algo inteligente. Absténgase de leerlo en caso de que busque lo contrario.

    Contador