[Cuento] Un poder increíble
Ash, qué asco, voy en un horrendo camión porque el ingenuo de mi papi piensa que no es tan malo que yo regrese a mi casa en este apestadero de pobreza. Estoy súper mal, ¡imagínate! Qué dirían mis amiguis si me vieran aquí, no quiero ni pensarlo. Prefiero caminar, todo es más digno que ser parte de esta gente, si es que estas cosas son gente. Hago como que no miro, pero es imposible no notar su gordura, su flacura, su sencillez, sus caras feas; todos cocinándose en su grasa facial y sudando a litros. Me siento en un zoológico de narices: las hay colgadas, chatas, chuecas, necias, con pelos de fuera… No hace frío, pero estoy temblando del asco. Yo, la niña perfecta, be-llísima, totalmente rodeada de una luz angelical, obviamente soy el centro de atención. Qué difícil es ser yo.
Estoy sentada al fondo del bus, separada de ellos en todos los sentidos. ¡Ay, qué horror! Se está subiendo el peor de todos, ¡el más feo naco que he visto con estos ojitos hermosos que tengo! Harapiento y mugroso, jamás brillará en sociedad. La cara está llena de cicatrices de acné, trae un costal muy sucio en la espalda. La masa roñosa, en lugar de sentarse, se planta en medio del autobús y se atreve a alzar la voz, un sonido como chillido de las cloacas llega a mis orejitas bonitas:
– Buenas tardes señores usuarios del transporte público, este día vengo a comentarles las benéficas propiedades del ungüento “clarasé”, sustancia que fue desarrollada en los más prestigiosos laboratorios naturistas y que ahora pongo yo a su disposición, en la cómoda presentación de crema corporal. Esta pomada, señores pasajeros, presenta características naturales y no daña la piel del consumidor; tiene un suave olor a chicle y puede usarse cuantas veces se deseé, mas su efecto sólo dura unas horas. Todos ustedes se preguntarán qué hace este ungüento; pues bien, en esta bolsa está ni más ni menos que la preciadísima fórmula de la invisibilidad.
Al menos la mitad de la plebe voltea a ver al vendedor. La otra mitad también lo mira, pero con la boca abierta. Yo finjo que no oigo nada, aunque estoy muy sacada de onda. ¿Estas babosadas pasan cada vez que alguien sube a un camión?
– Así es, señoras y señores, no es una charlatanería lo que les digo; a continuación haré una demostración del producto “clarasé”, el ungüento que podría darles un poder increíble.
De su asquerosa bolsa el tipo saca un frasquito con una etiqueta amarilla. Toma un poco de la crema que hay dentro (que parece guacamole) y se talla las manos; entonces…
¡Quiero gritar, quiero gritar, las manos del tipo ya no están! Los brazos parecen cortados, ¡pero la sangre no se cae! ¡Y se ve el hueso! Ay no, ya se lo está poniendo en todo el brazo izquierdo. Todo es tan raro… Yo me muero ¡lo juro! Nadie nota cómo le quita la peluca a un señor calvo que ni se mueve de la sorpresa. El joven se pasea por los primeros lugares, el peluquín vuela lentamente a la pelona brillosa. Después del asombro de todos (ash, creo que hasta yo abrí la boca) se alzan rápido de sus lugares para comprar el increíble frasquito. Antes de que lo atropelle la estampida, el muchacho vuelve a hablar:
– Han visto ustedes las propiedades mágicas del ungüento “clarasé”, y hoy podrán llevarlo a sus hogares por el precio ridículo de dos besos, un cabello y un refrán.
¿Eso qué? Ya hicieron su fila india. La primera que lo compra es una señora cincuentona, que seguro va corriendo para ir a robar las boutiques más caras. Después, un muchacho más corriente que común, que no duda al dar los besos, su cabello y su refrán, para salir rápido al baño de mujeres más cercano. En seguida viene el señor pelón, creo que quiere esconderse de la burla de su calvicie. Así van todos, hasta el chofer, la mayoría salta del camión con el deseo de robar, seguramente. Ahora está vacío. El hombre camina hacia mí, emocionado por la galantería de palabras rimadas y besos coquetos, luego me dice:
– Señorita, ¿usted también desea el nuevo ungüento “clarasé”?
– ¿Estás mal? ¡Ni loca te beso güey!
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  • Los problemas de una nube... ¿Qué?

    Se preguntarán (sí, seguro) por qué "Los problemas de una nube". Verán, un día salía de mi casa y había lluvia afuera. Recorrí muchos kilómetros hasta la escuela, donde también llovía. En todo el camino no paró de llover. Me dije: "¡Qué tan grande tiene que ser una nube para que abarque de mi casa hasta mi escuela!" Y, como siempre, viene el soliloquio interior: "Soy tan pequeño. Mira esta nube grandísima que no puede mirarme por pequeño. Mis problemas son tan pequeños. ¿Cómo serán los problemas de esta nube?"

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